¿Alguna vez te pasó de estar dibujando y de repente te das cuenta de que pasaron tres horas sin que te dieras cuenta? ¿O al revés, sentarte a dibujar cinco minutos y que se hagan eternos? El dibujo tiene su propio tempo, su propio ritmo, y hoy queremos reflexionar sobre eso: el tiempo del dibujo y por qué la paciencia se convirtió en una habilidad tan valiosa como saber hacer una línea recta.
Laurie Lipton en su estudio, dibujando “Last Gasp”, lápiz sobre papel.
¿Alguna vez te pasó de estar dibujando y de repente te das cuenta de que pasaron tres horas sin que te dieras cuenta? ¿O al revés, sentarte a dibujar cinco minutos y que se hagan eternos? El dibujo tiene su propio tempo, su propio ritmo, y hoy queremos reflexionar sobre eso: el tiempo del dibujo y por qué la paciencia se convirtió en una habilidad tan valiosa como saber hacer una línea recta.
Vivimos en una época donde todo tiene que ser rápido, inmediato, instantáneo. Las redes sociales nos bombardean con contenido que dura segundos, los videos virales, los likes al instante. Pero el dibujo nos invita a otra cosa: a bajar un cambio, a tomarnos el tiempo que sea necesario.
Cuando dibujamos, entramos en un tiempo interno, muy distinto al del reloj. Ese que se mide en la calidad de tus pensamientos, en conversaciones si estás compartiendo el momento con alguien, en la cantidad de veces que levantamos la vista del papel, en cuántas capas de sombra necesitamos para que algo se vea "bien".
¿Cuántas veces escuchamos "¿todavía no terminaste ese dibujo?" o nos decimos a nosotros mismos "tendría que dibujar más rápido"? Pero acá está el punto: el dibujo no se trata de velocidad, se trata de honestidad. Con el material, con la idea, y sobre todo, con nosotros mismos.
La paciencia como herramienta
La paciencia no es solo esperar. Es una herramienta activa. Cuando somos pacientes con nuestro proceso, permitimos que las ideas maduren, que los errores se conviertan en descubrimientos, que lo inesperado aparezca.
Pensá en esos dibujos que empezaste de una manera y terminaron siendo otra cosa completamente diferente. Eso solo pasa cuando le damos tiempo al tiempo, cuando no apuramos el proceso.
El valor del proceso lento
En un mundo acelerado, el dibujo se convierte en una forma de resistencia. Cada línea que trazamos con paciencia es un pequeño acto de rebeldía contra la velocidad impuesta. Es decirle al mundo: "Esto va a tomar el tiempo que tenga que tomar, y está bien así". Y hay algo hermoso en esa lentitud consciente.
Cuando dibujamos, no sería justo definir si lo hacemos despacio o rápido. Es lo que es. Olvidarnos del tiempo es darnos permiso para prestarle atención a detalles que provienen desde pensamientos no convencionales, como notar que nuestro pulso se calma, o cómo la mente se aquieta, reflexiones meditativas que nos regala esta práctica.
El momento presente
El dibujo nos obliga a estar presentes. Se la pasa mal si dibujas pensando en lo que vas a almorzar mañana o en la reunión de la semana que viene. El dibujo es ahora, es este trazo, esta decisión, este momento único e irrepetible.
Y ahí está la magia: en esa presencia total nos conectamos con algo más grande. No solo con el papel y el lápiz, sino con una tradición milenaria de humanos que se tomaron el tiempo de mirar, de registrar, de crear.
Queridos Inkógnitos, en un mundo que nos empuja a la velocidad constante, regalémonos el lujo del tiempo lento, o más bien, del no-tiempo. Dejemos que nuestros dibujos respiren, que tomen el ritmo que necesiten. Al fin y al cabo, los mejores dibujos no se miden por haber sido lentos o rápidos, sino los más honestos.
Y vos, ¿cuál es tu ritmo natural al dibujar? ¿Te has detenido a pensar en lo que transitas durante tu práctica de dibujo?
¿Todavia no conoces a…?
Laurie Lipton es una dibujante ejemplo de todo este ensayo sobre el dibujo paciente.
Brian Eno: Music for airports. Este álbum nos invita a perdernos en el espacio tiempo.
Jan Svankmajer: Jabberwocky (1971). Si queres divertirte con un buen corto de animación stop motion de culto.
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¡Gracias por leernos, nos vemos el próximo sábado, queridos inkógnitos!